Muy Antigua y Venerable Hermandad de Gloria
 
de Santa María de la Vega, Nuestra Señora de la Cabeza
Las lecturas de este Cuarto Domingo de Cuaresma siguen teniendo como tema la conversión, idea central de toda la Cuaresma. El Evangelio nos trae la muy favorita parábola del Hijo Pródigo.
Esa parábola nos habla con maravillosa elocuencia sobre el Amor y la Misericordia de Dios. El hijo que gastó toda una herencia, que ni siquiera le correspondía. Es la historia de cada uno de nosotros cuando hemos desperdiciado las gracias que Dios nuestro Padre nos ha dado, y que ni siquiera merecemos.
El hijo, lleno de egocentrismo, de deseos de libertad, sin pedir opinión sin importarle cómo se sentiría su padre, se va de la casa con el mayor desparpajo. Tenía que sucederle lo que le sucedió: despilfarró todo y llegó a la indigencia total. Tan grave era su necesidad que quiso comer de la comida de los cerdos, pero no lo dejaban. No le quedó más remedio que regresar a casa.
¡Cuántas veces no hemos hecho nosotros lo mismo con nuestro Padre Dios!
Nos hemos ido de su lado, en busca de independencia, sin contar con lo que son sus deseos e instrucciones. Deseos e instrucciones que son para nuestro bien. Deseos e instrucciones que solemos pensar son para limitarnos, molestarnos o causarnos inconvenientes.
Por eso San Pablo en la Segunda Lectura termina su súplica a todos nosotros de arrepentimiento y confesión de esta manera: “Les suplicamos que no hagan inútil la gracia de Dios que han recibido ... Este es el momento favorable, éste es el día de salvación” (2 Cor. 5, 1-2). La Cuaresma es tiempo propicio para convertirnos y “volvernos justos y santos”.