Muy
Antigua y Venerable Hermandad de Gloria
de
Santa María de la Vega, Nuestra Señora de la Cabeza
Querido hermano:
En este II domingo de
Pascua resuenan en toda la Iglesia las palabras que dirigió Cristo resucitado a
los Apóstoles la tarde de su resurrección, palabras que son don y promesa:
"Recibid el Espíritu Santo".
Ya estamos inmersos en
el clima gozoso del tiempo pascual, la nueva estación de gracia que en el ciclo
litúrgico une el misterio de la resurrección con el de Pentecostés.
Corresponde ahora al
Espíritu implicar a cada persona en ese designio de amor. Por esto existe una
estrecha conexión entre la misión de Cristo y el don del Espíritu Santo,
prometido a los Apóstoles, poco antes de la pasión, como fruto del sacrificio
de la cruz. Significativamente ya en la cruz Cristo moribundo "entregó el
Espíritu" como primicia de la redención.
En cierto sentido, por
tanto, la Pascua puede bien llamarse el primer Pentecostés "recibid el
Espíritu Santo", en espera de su efusión pública y solemne, después de
cincuenta días, sobre la comunidad primitiva reunida en el Cenáculo.
El Espíritu de Aquel
que resucitó a Jesús de entre los muertos debe habitar en nosotros y llevarnos
a una vida cada vez más conforme a la de Cristo resucitado. Todo el misterio de
la salvación es un acontecimiento de amor trinitario, del amor que media, entre
el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo. La Pascua nos introduce en este amor
mediante la comunicación del Espíritu Santo, que es Señor y dador de vida.
Invoquemos la intercesión
de Santa María de la Vega, Nuestra Señora de la Cabeza para que se nos conceda
comprender más en profundidad tales dones, recordando con fe que descendió
primero sobre Ella el Espíritu Santo.